¿Qué tan seguras son nuestras cárceles?
Por: Vivian Chile
Foto: El Mundo
En Guatemala el tema del Sistema Penitenciario ha llamado mayor atención en años recientes, debido al crecimiento de la población reclusa, lo cual ha empeorado las condiciones en las cárceles por la escasez de espacio y servicios, así como las malas condiciones de vida.
El hacinamiento ha generado un descontrol en los establecimientos carcelarios, porque la institución opera con un déficit de personal e instalaciones sobrecargadas. Debido a la sobrepoblación carcelaria y la necesidad de buscar opciones para deshacinar las cárceles, la población en prisión preventiva se ha vuelto el foco de atención.
Realizar traslados masivos de privados de libertad; esto para disminuir el índice de extorsión que se genera desde los centros carcelarios. El Sistema Penitenciario guatemalteco tiene a su cargo 22 cárceles en el país, incluidas las de máxima seguridad, pero en algunas estaciones policíacas también funcionan centros de detención.
Es usual que los guardias ayuden a los presos a fugarse por dinero y es poco sorprendente que un director penitenciario dirija una operación de fraude desde su despacho. Los motines son comunes y pueden acabar tanto con masacres entre pandilleros y narcos como en ejecuciones policiales sumarias.
“Lo que ocurra en las cárceles estará intrínsecamente relacionado con la gestión del sistema de justicia penal en su conjunto y con las presiones que reciba dicho sistema de parte de los políticos y los ciudadanos en general'', dice Jorge Chinchilla, vocero de la PNC.
Aunque la opción más deseable sea que los reclusos dispongan de celdas individuales, esto no debe suponer ningún impedimento para que los reclusos se relacionen entre ellos durante el día. La privacidad durante la noche debe ir acompañada del contacto humano a otras horas del día. Los encuentros con grupos de presos, con o sin la presencia de personal penitenciario, no tiene por qué entrañar el riesgo.
En el caso de Pavón, a marzo del 2019 había 4,064 reclusos cuando la cárcel fue diseñada para 960. La tasa de ocupación es de 423%. Controlar un centro de este tipo con tantos privados de libertad es casi imposible. Por otro lado, este centro es una cárcel de mínima seguridad donde se han mezclado múltiples perfiles criminales, lo cual no permite rehabilitar a algunos y pone en peligro no solo a los privados de libertad, sino a las visitas, los guardias y los vecinos.
Foto: ElPériodico
El problema es que, si no es un cuartel, no hay dónde encerrar una significativa creciente tropilla de delincuentes tanto comunes como de alto rango: Guatemala no posee cárceles de máxima seguridad. La única construida, Fraijanes 2, fue destrozada en 2010 por un motín de más de 150 mareros y narcos.
Un total de 22 centros de reclusión. De ellos, cinco son centros de cumplimiento de condena, dos son centros de alta seguridad y 10 centros de prisión preventiva. Además, están las 21 cárceles públicas bajo control de la Policía Nacional Civil (PNC). Las cárceles tienen una capacidad real para 6 mil 500 personas: hay un 330 por ciento de sobrepoblación.
“Se requiere de mayor atención a los sistemas penitenciarios, destinando mayores recursos, para mejorar la infraestructura carcelaria, el personal penitenciario, la calidad de vida de los reos y especialmente combatir la corrupción dentro de las prisiones” añade la jueza Verónica Galicia.
La crítica situación de los centros de privación de libertad en el país está directamente relacionada con la crisis y violencia estructural que afecta el sistema penal en su conjunto.
R.R. Requisas- Rehabilitación
Las actividades delictivas se volvieron a incrementar cuando las restricciones impuestas por la pandemia del coronavirus quedaron al mínimo. No habían llevado a cabo requisas desde principios de este año, para evitar contagios debido a la pandemia. "Solo se hacía revisión de encomiendas, tratando de que no ingresaran ilícitos", dice Chinchilla.
“Es necesaria para evitar que continúen planificando acciones delictivas en conjunto desde prisión”. Hasta el pasado viernes 4 de septiembre, reanudaron los decomisos y localizaron hasta animales, agregó.
Asimismo, resulta primordial que en los programas de reforma se tenga en cuenta la necesidad de crear mayor conciencia ciudadana sobre las consecuencias a largo plazo de políticas penales severas que no contribuyan a construir sociedades más seguras.
“Al entrar al Preventivo de la zona 18, me sorprendió encontrar amigos, personas buenas, que no eran delincuentes porque quisieran serlo, sino porque el contexto no les dio opciones”. Después fue trasladado a Pavoncito, un lugar donde no hay control; encontró un mundo de drogas, alcohol, prostitución y extorsión. Allí vivió dos motines. Por dos años y medio resistió en un espacio donde todos pelean contra todos, contó un privado de libertad.
Foto: Prensa Libre
A pesar de la escasa continuidad que se ha dado a los programas de rehabilitación y reinserción, y que se ha ignorado lo que expertos han sugerido sobre el sistema; todos coinciden en un punto: si no se pone atención y se enfocan los recursos y la voluntad política para que se cumplan los fines de rehabilitación y reinserción, los índices de violencia y criminalidad no descenderán.
La rehabilitación es el único camino para cerrar el círculo de la seguridad integral, un sistema penitenciario que rehabilite al privado de libertad y permita su reinserción social y así evitar la reincidencia criminal. Pero un cambio de nombres no resuelve la aparentemente incorregible gestión de las cárceles y la custodia de delincuentes en el país, pues el sistema penitenciario guatemalteco se encuentra en estado terminal.
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