Columna
Estrella Roja
Por: Verónica De la Cruz
Es un tema preocupante, pero a la vez invisible. Muy pocos saben que la tasa de mortalidad infantil a causa de la desnutrición crónica es la más alta en América Latina y la sexta a nivel mundial. Con tristeza podemos ver como 1 de cada 5 niños menores a cinco años muere por desnutrición y 1 de cada 2 sufre de desnutrición en cualquiera de sus grados. Eso es el equivalente a casi la mitad de la población infantil menor a cinco años. Todo el mundo está poniendo su mirada en la mortalidad del covid-19, pero muy pocos la ponen en donde verdaderamente hay que ponerla.
Solo el año pasado fallecieron 14,940 niños por desnutrición y esa alarmante cifra a nadie le importó. Es más, estoy segura que ni siquiera se enteró. En este año, el gobierno hizo el anuncio sobre sus programas de nutrición infantil, para dar un combate frontal a este flagelo. Pero si a duras penas está cumpliendo con las familias que quedaron desamparadas por la pandemia, poco se podrá hacer para las familias con problemas de desnutrición, enfermedad que le está robando el futuro a nuestro país. Los programas sociales cada vez, llegan a menos familias. La corrupción y el cinismo de los funcionarios públicos en los ministerios encargados de frenar la desnutrición es aberrante e indignante.
No podemos negar que mientras nos están dando atol con el dedo, las denuncias ciudadanas sobre las bolsas de alimentos o las famosas cajas alimenticias que están entregando lejos de ayudar al problema, lo están agravando. Al ver su contenido es más que evidente la sobre valoración de los productos, la baja calidad de los alimentos y la hipocresía del gobierno que anuncia con bombo y platillo sus entregas, raya en lo absurdo y en lo vulgar, al dejar en claro que no les importa parecer corruptos. Los ministerios encargados, son los responsables de que este círculo vicioso no pare. Y van desviando la atención a otros temas menos relevantes.
Tomamos la analogía que presenta UNICEF sobre cómo afecta la desnutrición a la sociedad guatemalteca: “La desnutrición aguda es una condena a muerte, pero la desnutrición crónica es una condena perpetua, porque esto implica que el niño no va a tener un futuro adecuado, no va a tener oportunidades ni de estudio, ni de empleo, y no va a ser un adulto productivo”. En verdad, eso es triste pero a la vez es indignante.
En un país tan rico, con las mejores tierras de cultivo, con el clima excelente para que se produzcan alimentos durante todo el año, da tristeza ver que esa tierra está en pocas manos y es utilizada para los cultivos de exportación. Poco les importa si nuestros niños mueren de hambre. Los salarios de miseria, la explotación de los jóvenes desnutridos y que solo saben trabajar la tierra, pero para otros, no para ellos mismos. Hacen que nuestro país no salga de los últimos lugares de desarrollo humano.
Para poder lograr frenar este grave problema humanitario en nuestro país, nos toca como sociedad visibilizar y tomar conciencia de que el hambre está matando mucho más que el coronavirus. Que solo organizándonos como comunidades podremos exigir a los gobiernos que apliquen políticas públicas que realmente ayuden a frenar este flagelo y que no agudicen más el problema.
La educación a las madres y familias es primordial, para que aprendan a dar de comer correctamente a los niños, frenar la cultura machista que privilegia a los niños antes que a las niñas. Enseñar a que tanto las madres como los niños pequeños deben alimentarse bien y en los lugares donde más pobreza hay, implementar acciones colectivas para ayudar a las familias que más problemas tienen con el alimento. Diversificando los cultivos y adecuándolos al tipo de clima y tierra que se posee.
No podemos solo criticar, debemos accionar. Dar a conocer esta triste realidad, nos podrá hacer reflexionar que si tenemos la oportunidad de ayudar a aquellos que tienen menos que nosotros, dando parte de nuestro tiempo en colaborar como voluntarios en los programas de alimentación y educación para las familias, estaremos dejando de lado nuestro egoísmo, y empezaremos a pensar que no estamos solos en este país. Solamente juntos podremos construir un mejor futuro para todos. Salir del círculo de la desnutrición es posible, faltaría que nos involucremos activamente. ¿Estás dispuesto?
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